La vulnerabilidad como raíz del alma hablante
- Esencial

- 27 nov
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Hay una palabra que todos tememos y que, sin embargo, nos nombra con precisión: vulnerabilidad.
No es un estado pasajero ni una grieta que debamos reparar.
Es nuestra condición más profunda, el pulso mismo de lo humano.
Desde que llegamos al mundo, somos seres expuestos.
Necesitamos del Otro para sobrevivir: su voz, su cuidado, su deseo.
Ese primer gesto de dependencia deja una marca en la psique:
una memoria de haber necesitado,
de no bastarnos,
de estar a merced de algo más grande que nosotros.
Freud llamó a esto Hilflosigkeit: el desamparo primordial.
Una palabra que no sólo habla de fragilidad, sino también de apertura.
Porque allí donde el sujeto es vulnerable, también puede ser tocado, amado, transformado.
Pero el lenguaje, ese milagro que nos separa del mundo animal,
es a la vez lo que nos hiere.
Al entrar en él, dejamos atrás algo irrecuperable:
la inmediatez del cuerpo, la unidad con el deseo,
la pureza de lo que no necesitaba decirse.
Desde entonces, vivimos divididos:
entre lo que sentimos y lo que podemos nombrar,
entre lo que el cuerpo recuerda y lo que la mente calla.
Esa brecha es nuestra herida estructural,
y es también la fuente de toda creación, de toda palabra que busca sentido.

Por eso, cuando alguien se atreve a decir lo que nunca pudo,
cuando las lágrimas se vuelven lenguaje,
cuando la voz tiembla pero no se detiene,
algo profundamente humano acontece.
No se trata de fortaleza,
sino de verdad.
Porque ser vulnerable no es estar roto,
es dejar de fingir que somos invulnerables.
Es permitir que el inconsciente hable sin censura,
que el dolor se haga símbolo,
que el deseo tenga lugar en el cuerpo y en la palabra.
Lacan decía que el sujeto está dividido por el significante.
Y quizás esa división no sea un castigo,
sino el recordatorio de que somos seres atravesados por la falta,
y que es precisamente esa falta la que nos impulsa a desear, a crear, a amar.
Ser vulnerable es rendirse al misterio de lo que no se controla,
es permitir que algo del Otro nos toque,
que algo del dolor nos enseñe,
que algo del silencio se vuelva voz.
No es una debilidad que haya que superar,
sino una puerta hacia la autenticidad.
Allí donde caen las defensas,
aparece lo más vivo del sujeto:
su deseo, su ternura, su humanidad.
"La vulnerabilidad nos recuerda que la vida no se domina, se habita."
Y que en esa apertura
—entre la palabra y el temblor, entre la herida y la esperanza—
podemos finalmente encontrarnos con lo que somos:
no seres completos, sino seres en busca, que aman, que duelen, que dicen,
y que, al hacerlo, se vuelven verdaderamente humanos.
Con amor,
Desde un hermoso Verano en Mendoza, Argentina🌷




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