La valentia de escucharse a uno mismo
- Esencial

- 13 nov
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Escucharse a uno mismo es un acto más difícil de lo que parece.
Vivimos rodeados de voces externas: expectativas, exigencias, comparaciones, consejos no pedidos. A menudo, esas voces suenan tan fuerte que terminamos confundiendo su eco con nuestra verdad.
Y, sin embargo, en lo más íntimo de nosotros, hay una voz más antigua, más sabia, más pura. Una voz que no grita, que susurra. Una voz que habita en el cuerpo, en la intuición, en esa sensación interna que nos dice “por aquí sí” o “por aquí no”.
Escucharse a uno mismo requiere valentía.
Valentía para hacer silencio en un mundo que pide ruido.
Valentía para detenerse y preguntarse: ¿qué necesito de verdad?
Valentía para aceptar que tu camino quizá no se parezca al de nadie más.
Escucharse también es confrontar.
Confrontar lo que hemos ignorado por miedo, lo que hemos callado por agradar, lo que hemos pospuesto por inseguridad. Es mirarse sin disfraces, con honestidad, con ternura.
Y es en ese gesto donde empieza la verdadera transformación.
Porque quien se escucha, se reconoce.
Y quien se reconoce, se libera.

La valentía de escucharse no siempre lleva a decisiones cómodas, pero sí a decisiones auténticas.
No siempre nos conduce a lo más fácil, pero sí a lo que resuena con el corazón.
Escucharte es darte permiso de vivir en coherencia contigo. Es recordarte que tu verdad es suficiente, que tu voz merece espacio, que tu vida puede construirse desde adentro hacia afuera.
Así que hoy pregúntate:
¿Qué parte de mí he dejado en silencio?
¿Qué deseo pide ser escuchado?
¿Qué verdad he estado postergando?
Haz silencio, lleva la mano al corazón y confía:
la respuesta ya habita en ti.
Porque escucharse a uno mismo es uno de los actos más valientes y hermosos de existir.




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